jueves, 26 de julio de 2012

Prólogo


   Mis manos están rojas, la boca me sabe a sangre, todo está teñido de carmesí y yo solo recuerdo el dolor que provoca el darte cuenta de la verdad, la Rabia acumulándose en algún lugar de mis entrañas, todos mis huesos recolocándose y alargándose, mis dientes afilándose, mis manos convertidas en garras, esas garras que ahora son las manos de una niñata de dieciséis años de un barrio bajo de Nueva York.
Hay demasiada luz, gritos a mi alrededor, las cuidadoras gritan desesperadas, la asistente social me ha traido una manta. Pero yo ya no siento frío, solo siento una rabia que ha nacido en mi, que no me explico, y que hace que todo sea diferente a mis ojos. Veo cosas que jamás pensé que estuviesen ahí, ahora se la verdad. Hay algo más, y yo tengo la oportunidad de descubrirlo y sentirlo en mi interior.

   He vivido ciega. Pero por fin se ha caído la venda de mis ojos.

   Aparece una mujer. Es diferente, huele diferente. No huele a miedo por la masacre, su cara no refleja repugnancia, sus ojos tienen un brillo divertido y retador. Sonríe imperceptiblemente al mirar al cadáver que tengo a mis pies y después me mira y su mirada es completamente diferente de todo lo que yo he visto hasta entonces. Me recuerda a esas ancianas que me cuidaban de pequeña, a la sabiduría de su interior, al instinto salvaje que salía por cada poro de su piel.

-Vamos pequeña, tenemos que salir de aquí.

   Coge mi mano y me saca de la habitación. El resto de personas allí congregadas no se atreven a pronunciar palabra. Un joven, ayudante del conserje llama a la policía. Van a detenerme. Soy una asesina y van a llevarme a la cárcel.

-No te preocupes por el cadáver, después de todo, una niña de dieciséis años, no demasiado corpulenta, no ha podido causar esos destrozos en un cuerpo humano por si misma. – Dicho esto, la joven desconocida empieza a reír. Una carcajada pura y limpia. Sincera.

-Pero, yo… Yo le he matado. – Digo con un hilo de voz casi imperceptible.

-Y ¿Quién sabe eso, a parte de ti? Seguro que ese cerdo se lo merecía.

   Suenan sirenas, viene la policía. Todo es muy confuso. Los agentes preguntándome, viene un médico a examinarme. Me toca. Inspecciona cada parte de mi cuerpo. Pero no es a mi a quien deben mirar, hoy no. Es a la pequeña Hanna. Solo espero que ella esté bien.

   Ya no estoy en el orfanato. La joven desconocida me ha sacado de allí. ¿Qué hace? No se ni su nombre, no quiero ir con ella. Pero me hace sentir segura. Es como si supiese todo de mi.

-Ni si quiera me has dicho tu nombre.- Le digo de pronto, en un intento de sonar fría, fuerte y dura.

-Mi nombre no es importante. Aprenderás cosas mucho más importantes a partir de ahora.

-Puede ser, pero de alguna forma tendré que llamarte para preguntarte.

-La cachorrito nos ha salido curiosa. Está bien, que tu curiosidad sea satisfecha, me llamo Mari Cabrah 



(Si quieres saber más, lee el capítulo 1!!)

1 comentario: